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Thu, 06 Jun 2024 17:36:33 +0000

Victorias deportivas colombianas por TV: momentos inolvidables

Foto: Tomada y por cortesía de EFE.

jsrojas Jue, 06/06/2024 - 12:36

En Señal Colombia Señal Colombia Deportes revivimos las victorias deportivas colombianas más recordadas a propósito de los 70 años de la televisión en nuestro país.

La televisión en Colombia cumple 70 años y por eso en nuestra página queremos recordar esos momentos inolvidables y épicos de nuestro deporte que alguna vez se transmitieron por la televisión de nuestro país. Seguramente tanto ustedes como nosotros vibraremos de emoción al revivir estos grandes triunfos colombianos:

La medalla de oro de María Isabel Urrutia en los Juegos Olímpicos de Sidney

La pantalla de Señal Colombia fue testigo de uno de los momentos más importantes en la historia del deporte del país y fue la consecución del primer oro olímpico por parte de la pesista María Isabel Urrutía.

El primer triunfo de Juan Pablo Montoya en las 500 millas de Indianápolis

Juan Pablo Montoya es y será el mejor piloto de automovilismo en la historia de Colombia. El bogotano logró en aquel 28 de mayo 2000 escribir su nombre en las páginas doradas de una de las carreras de autos más importantes del mundo y así lo vivimos por la tv colombiana.

La medalla de bronce de Ximena Restrepo en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992

Es quizá uno de los pocos registros que se tienen de este hecho. Así registró el recordado ‘Noticiero de las 7’ la medalla de bronce lograda por Ximena Restrepo en Barcelona 1992, el podio de la colombiana significó en ese entonces la cuarta presea olímpica para Colombia en una olimpiada.

Colombia campeona de la Copa América 2001

El 29 de julio del año 2001 quedó grabado en la historia del fútbol colombiano, ese día la selección nacional de fútbol obtuvo el único título oficial que tiene el país en este deporte. Acá revivimos el momento en el que Iván Ramiro Córdoba anotó de cabeza el único gol de aquella dura y disputada final ante México en el estadio Nemesio Camacho ‘El Campín’ de Bogotá tras un tremendo centro del recordado Iván López.

Campeonato mundial de boxeo ganado por Miguel 'el Happy' Lora

Miguel Lora Escudero, mejor conocido como como el ‘Happy Lora’ le dio a Colombia el 8 de agosto de 1985 el título gallo del Consejo Mundial de Boxeo, este es uno de los pocos registros de la pelea.

Lucho Herrera campeón de la Vuelta a España

El 15 de mayo de 1987 los colombianos fueron testigos de una de las más grandes gestas de nuestro deporte. El ciclismo, de la mano del gran Lucho Herrera, le entregaba al país el primer triunfo de un compatriota en una de las tres grandes vueltas y le mostraba al mundo la portentosa figura del que es considerado como uno de los mejores escaladores de todos los tiempos, así como uno de los pocos hombres que ha logrado ganar la clasificación de la montaña en el Giro, La Vuelta y el Tour.

El empate de Colombia ante Alemania en el Mundial de Italia 1990

El 19 de junio de 1990, la Selección Colombia de Fútbol jugó uno de los partidos más representativos de su historia. El llamado equipo de los ‘puros criollos’ logró un agónico empate ante la poderosa Alemania en las postrimerías del encuentro gracias a Freddy Rincón, el gol se celebró como una victoria ya que significó el punto que le dio a Colombia el pase a la segunda ronda de la Copa del Mundo disputada en Italia.

Atlético Nacional campeón de la Copa Libertadores en 1989

El miércoles 31 de mayo quedará grabado en la memoria de los hinchas del Atlético Nacional. Ese día el equipo verde de Antioquia se consagró campeón de la Copa Libertadores y le dio al país el primer título en este importante torneo de clubes. Las imágenes y la transmisión del evento se hicieron gracias a Jorge Barón Televisión.

La primera medalla de oro de Mariana Pajón en unos Juegos Olímpicos

El diez de agosto de 2012 Mariana Pajón se subió a su bicicleta de BMX para darle al país la segunda medalla de oro en su historia deportiva. La ciclista antioqueña dominó de principio a fin la final de la prueba femenina para así escribir su nombre en las páginas doradas del deporte mundial.

Bonus: Helmut Bellingrodt, el hombre que ganó la medalla olímpica de Colombia

Aunque no hay registros televisivos nacionales de la medalla que Helmut Bellingrodt se colgó en el tiro deportivo de los Juegos Olímpicos de 1972, tenemos una de las entrevistas que este tremendo deportista le concedió a la televisión nacional y que podemos ver gracias al archivo de Señal Memoria.

¿Qué otro gran triunfo del deporte Colombiano transmitió la TV colombiana nos faltó? Compártanlo vía X en @SenalDeportes.

Recuerden que lo mejor del deporte nacional está en Señal Colombia Deportes.

La sangre de Lucho Herrera que conmovió a Colombia 6ad1l

Fri, 31 Mar 2017 08:06:41 +0000

La sangre de Lucho Herrera que conmovió a Colombia

La sangre de Lucho Herrera que conmovió a Colombia / Cortesía El Espectador

_old_nousar Vie, 31/03/2017 - 03:06

Tal vez fue la grandilocuencia de los narradores: de Óscar Restrepo y David Cañón en televisión, y de Rubén Darío Arcila en radio. Tal vez los colombianos nos emocionamos con facilidad. O tal vez desde los 80’s ya nos tratábamos de identificar con nuestros deportistas: con la irreverencia de ‘Pambelé’, el corazón del ‘Happy’, las ocurrencias de Cochise, la fantasía de Willington. Tal vez todo lo anterior explica por qué Lucho Herrera conmovió tanto a los colombianos en el Tour de Francia de hace más de 30 años.

El sábado 13 de julio de 1985 muchos fueron Lucho Herrera. Muchísimos de los 27’867.326 habitantes de entonces en Colombia, sintieron caerse junto a él a 10 kilómetros para el final de la meta en Saint Etienne y sintieron cómo la sangre bajaba de la ceja izquierda hasta los ojos y manchaba su uniforme blanco con pepas rojas. Para nosotros, a pesar de ser un triunfo de etapa y no de un campeonato, fue una de las hazañas deportivas más conmovedoras de la historia.

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Una publicación compartida por CAFÉ du CUBISTE (@cafeducubiste) el 5 de Ago de 2018 a las 11:53 PDT

Solo para nosotros fue tan heroica, pues El País de España publicaba al día siguiente en su edición dominical un reporte sin sensibilidad: “Herrera se defendió bien en el descenso, aun cuando su ventaja disminuyó hasta el minuto de diferencia. La situación se complicó con una caída, pero llegó a la meta con algo de ventaja”. ¿La escritura minimizó la exactitud de la realidad o describió su verdadera naturaleza? ¿Habremos sobreestimado el triunfo de Lucho? ¿Habrá sido para tanta algarabía en Colombia?

Para los periodistas españoles, que estaban pendientes del catarro de Pedro ‘Perico’ Delgado y de la caída que sufrió Bernard Hinault a 100 metros de la meta, Lucho Herrera fue noticia solo cuando se subió al podio. Para nosotros fue un héroe mucho antes: fue magia, perseverancia, humildad en el triunfo, ambición a pesar de la humildad. Fue Colombia resumida en dos verbos de la cotidianidad: caer y levantarse. “¡Fue una alegría inmensa!”, dice Carlos Osorio, el médico del equipo Café Colombia que vio cómo Herrera se desplomó a casi 10 kilómetros de la meta.

Para esa jornada de 179 kilómetros, Lucho tenía la doble estrategia de coronar un puerto de primera categoría y de llegar con más de dos minutos de adelanto sobre sus seguidores. Con esa ventaja podría aguantar los 30km finales, superar un último puerto de cuarta categoría y comenzar el descenso a 18km de la meta en Saint Etienne. Si todo ocurría, llegaría a 319 puntos en la clasificación de la montaña que ya lideraba.

Eso le había escuchado el médico Carlos Osorio la noche anterior, cuando lo auxiliaba para mitigarle una tendinitis en el tobillo derecho, a causa del cansancio que significaba llevar 2.428,6 kilómetros de competencia. “Yo me guardo para el último ascenso, si llego a la bajada con más de un minuto de ventaja, la etapa es mía”, dijo Lucho con su voz apacible, mientras estudiaba un croquis del tamaño de un cheque. Pero al día siguiente entendería una vez más que en el ciclismo no todo coincide con los planes.

Mientras Lucho pedaleaba, el médico Osorio iba en el Peugeot rojo que conducía el director técnico Raúl Meza. En esa jornada, como en las anteriores, repartieron a los ciclistas colombianos los mismos alimentos: sándwiches de jamón, queso y mermelada, bocadillos veleños y Coca-Cola. Algunos europeos del pelotón se burlaban y otros pedían clandestinamente un sorbo de gaseosa sin que sus técnicos los vieran. Repartieron gustosos hasta que tuvieron que acelerar: Lucho Herrera había empezado a escalar y se disponía a cazar a los cuatro fugados. Miró a Meza, le levantó la ceja y escuchó la orden: "¡Arranque!"

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Una publicación compartida por CiclismoDeOpinion (@ciclismodeopinion) el 3 de Abr de 2018 a las 12:10 PDT

“En 20 años que llevo en el ciclismo nunca había visto un corredor con la facilidad de Herrera para subir”, reprodujeron en una cadena local las palabras del campeón Jopp Zoetemelk. Cuando en Colombia eran casi las 8:42 a.m., Lucho coronó el puerto como había planeado, pero promediando el descenso por el camino estrecho, se encontró en una curva cerrada con brea derretida que no pudo eludir. La fe y los colombianos se separaron como Lucho de su bicicleta. La sangre era escandalosa incluso en la imagen poco nítida de los televisores.

Los integrantes colombianos del Peugeot intentaron bajarse, pero tuvieron que regresar al coche. “Se demoró más en caerse que en volver a subirse”, recuerda Osorio. El mismo Herrera se enderezó, buscó su bicicleta y siguió pedaleando, mientras confundía la sangre con sudor y el dolor con coraje. En Colombia la angustia aumentó progresivamente: Lucho perdió 15 segundos, ‘Perico’ Delgado le recortó diferencia desde el primer lote, al igual que Bernard Hinault desde el pelotón. Que lo van a alcanzar, que pobrecito, que ay, Dios mío.

Muchos fueron Lucho Herrera en esos últimos kilómetros. Muchos se reconocieron en él, en el tipo que cultivaba su jardín en Fusagasugá, que tomaba tinto al frente de la iglesia Nuestra Señora de Belén o diagonal a la Notaría 1ª, que se emocionaba en silencio con los goles de Juan Gilberto Funes en Millonarios, que enternecía con su timidez y cara de monaguillo, que no se creía más de lo que era y que tampoco se victimizaba por la precariedad. Ni el mismo Fabio Parra, en la misma situación, habría conmovido tanto.

Por eso su imagen se inmortalizó: la sangre incontenible, los brazos raspados, la bicicleta plateada con manubrio amarillo y el dorsal número 81. Ese pequeño de 54 kilogramos y cuerpo de niño cruzaba la meta después de cuatro horas, 56 minutos y 32 segundos de drama. Lo recibió una multitud y tuvo que interrumpir la costumbre de quedarse en los puntos de meta tomándose un expreso de Café de Colombia y leyendo la edición de L’Équipe. Ese día no pudo hacerlo.

Debió asistir a las pruebas antidoping y luego a una clínica de Saint Etienne para que se sometiera a una sutura. “Siete puntos…”, recuerda Osorio, que ese mismo día advirtió que en 48 horas empezarían los otros dolores musculares tras la caída: en la espalda, en las regiones glúteas y en los hombros. Mientras el médico lo acompañaba a las rutinas tras ser campeón de la etapa 14 del Tour de Francia, Lucho Herrera habló poco y se quejó nada. Mantuvo su cara de jugador de póker y solo le soltó un par de preguntas concisas a Osorio.

–¿Cómo estarán en Colombia?

–Una 'berraquera'.

–¿Qué estará diciendo la gente?

–Dicen que eres el gran rey de las montañas.

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Una publicación compartida por Bicimundo (@bicimundoec) el 24 de Ago de 2017 a las 6:11 PDT

Lucho Herrera hizo llorar a los más insensibles 3vk4v

Fri, 31 Mar 2017 08:06:41 +0000

Lucho Herrera hizo llorar a los más insensibles _old_nousar Vie, 31/03/2017 - 03:06

El radio era su mejor compañía. Lo escuchaba desde las 5:00 de la mañana mientras preparaba el café o el chocolate con agua de a. Lo llevaba al baño y también al taller donde pasaba toda la jornada esculpiendo madera. Escuchaba de política y de deportes: del Cristal Caldas y el Atlético Quindío, de las pocas gracias de la selección Colombia en ese entonces, del joven Fabio Parra y de Lucho Herrera.

Ese radio del tamaño de un ladrillo era su mejor compañía porque no le exigía hablar, no le pedía explicaciones sobre su silencio, sobre su rudeza. No le cuestionaba su fijación por quedarse encerrado en casa, como sí lo hacían sus cinco hijos y su esposa Mariela. “Cuando uno pone un pie fuera de la casa, empieza a sufrir”, solía responderles a ellos cuando lo invitaban. “¿Sí ven? ¡Se los dije!”, dijo con la ceja levantada cuando lo convencieron de que viajara a Bogotá y se vararon en La Línea.

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Una publicación compartida de Alvaro Galvis (@alvarogalvisbecerra) el 25 Nov, 2016 a las 4:40 PST

El radio no preguntaba, no intentaba disuadirlo, no le pedía una aprobación. Su hijo futbolista le rogó un día para que lo viera jugar en el estadio San José de Armenia y en la noche se dio la razón al recordar en voz alta la tarjeta roja durante el juego. Su hija basquetbolista lo convenció una tarde de que la acompañara a un juego en el Coliseo Cafetero: que mire todo lo que he entrenado, papá, que mire que yo soy titular, que vamos, que no sea así, que camine. De regreso a casa, solo se le ocurrió una frase de esas que rompen con un silencio y generan más silencio después de ser dichas: “Mija… casi se lesiona cayéndose de la banca”. Que no lo invitaran más si a uno lo expulsaban y la otra ni siquiera jugaba.

Las derrotas del Quindío y del Caldas que escuchaba por radio le dejaban la tranquilidad de por lo menos poder pasar la amargura en casa. La vida era mejor, menos arriesgada y más tranquila en ese lugar: en la Manzana cinco, número siete, del Barrio las Acacias. “A perro callejero no le falta garrote”, le repetía a su esposa Mariela. Por esa introspección absoluta que buscaba evadir las desgracias del mundo exterior, fue extraño para todos el día en que los invitó a ver la Vuelta a Colombia que pasaba por Armenia. Siguió siendo raro cuando volvió en la edición siguiente a solo ver pasar el pelotón.

El ciclismo lo emocionaba y, en especial, Lucho Herrera con su rostro de niño desvalido y desesperanzado. “Qué pesar de Luchito”, se le escuchaba decir para sí mismo por los pasillos de la casa. “Ese Luchito tan macho”, repetía. En la familia les parecía increíble verlo conmovido. Solo la enfermedad y la muerte de su esposa el 30 de junio de 1983 habían puesto en evidencia su sensibilidad. Eran lógicas las lágrimas ante la pérdida de una mujer tan valiosa, por su inteligencia, por sus maneras elegantes, por la reputación de Policarpa en tiempos machistas, porque fue la única que lo amó en su extraño pesimismo.

Pero verlo llorar por el deporte, el sábado 13 de julio de 1985, iba a ser una revelación para todos en casa. La cabalgata deportiva Gillete le había avisado por su radio que la etapa del día iba de Autrans a Saint Etienne, que Lucho Herrera podía aspirar a ganarla como lo había hecho el martes anterior en Avoriaz. “Miren, es Luchito Herrera”, les dijo a sus tres hijas y a su nieto, mientras prendía el televisor barrigón con patas. Arrimaron la sillas del comedor, se animaron cuando se escapó del lote y quedaron de piedra cuando no alcanzó a rectificar en la curva y terminó con la cara contra el pavimento caliente por el verano francés.

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Una publicación compartida de Desktop Peloton Design (@desktoppeloton) el 7 Jun, 2018 a las 11:12 PDT

En cuestión de segundos se miraron angustiados, luego no pudieron quitar la mirada del televisor, después se empezaron a escuchar los juemadre, los Dios mío, los vamos, Luchito, los sí se puede, los eh ave maría, los qué machera. El nieto de cuatro años, en la sillita azul de madera que él mismo le había fabricado con sus manos, apenas se acataba a decir con su lengua encalambrada: Luchito Elea, Luchito Elea.

La sangre emanaba con más fuerza cada vez que se acercaba a la meta. Y entonces cayeron las primeras lágrimas, la boca se le arrugó como un bebé haciendo pucheros. El papá rudo de repente era más humano: el único deportista que lo conmovía acababa de ganar una etapa con la cara maltratada y desde entonces, el nombre Lucho Herrera le reprodujo la imagen de la sangre y la sonrisa tímida del Jardinerito de Fusagasugá. Y también le volvió a generar llanto. Una y otra vez.

Ese día, un ciclista fue capaz de conmover un corazón protegido. No tanto como para hacerlo salir a la calle con harina en la mano, porque lo hogareño lo conservó hasta el último día de su vida en diciembre del 2000. Pero sí como para hacerlo llorar en silencio, sin necesidad de abrazos ni aplausos. Si hoy estuviera vivo con 91 años, seguramente sollozaría de nuevo al escuchar en su pequeño radio que el triunfo de Lucho Herrera en Saint Etienne cumple 30 julios.